Si, la deliciosa y nutritiva comida. O a veces no tanto……
Eso es lo que deduzco de un hecho tan trivial como que la mayoría de las empresas que están apareciendo en Sillicon Valley se dedican a la innovación en el entorno de la alimentación, y la de que grandes inversores están apostando por ellas. Nombres conocidos como Bill Gates, Elon Musk o Eric Schmidt se han apuntado al carro, y participan activamente en las «catas» o tests de productos que presentan.
Y es que, un elemento tan esencial en nuestra supervivencia como es la comida, necesita un cambio radical de enfoque para que la humanidad siga sobreviviendo…….sin comerse a si misma, y de una manera más eficiente.
En 1973 aparece la película Soylent Green, traducida en España como «Cuando el destino nos alcance» y basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! de Harry Harrison, donde se pinta un futuro bastante negro, con problemas de sobrepoblación, falta de recursos e inclusive segregación de la gente según su estatus económico.
Soylent green (y los demás Soylent que aparecen en la película) son unas tabletas verdes que sirven de base alimenticia para los humanos, y en los que se concentran, supuestamente, todos los nutrientes necesarios para sobrevivir. La gente se pelea en los mercados por ellos, a pesar de que está más seco que la comida de perros. Detrás de la película se esconde un «macabro» futuro para nuestros muertos….
Pues bien, Robert Rhinehart, un emprendedor Americano procedente del mundo IT (no podría ser de otra forma), buscando cómo optimizar el tiempo que pasaba en la cocina ha creado un producto denominado Soylent, mucho menos necrófago que su hermano gemelo SoylentGreen. La idea realmente no es nada nueva, y cualquiera que haya sido un forofo del gimnasio (si, lo confieso, soy un «amante del hierro») habrá probado preparados en polvo con proteína aislada de suero de leche, carbohidratos de digestión lenta, vitaminas, aminoácidos, kriptonita…. Estos «polvos mágicos» son un complemento o como mucho un sustituto PUNTUAL de la comida. Robert ha vestido el producto con un look and feel bonito, ha conseguido que la FDA lo apruebe y, a vender se ha dicho!!!
Dejando de lado esta curiosidad, el mundo de la alimentación, ya sea en lo que a mejora tecnológica se refiere, está avanzando de forma discreta para golpear de lleno a los grandes productores y operadores. Aparecen en el mercado mayonesas que no tienen huevo, filetes con saber a filete que no son carne, pescados que nunca han nadado sino que brotan de la tierra……¿Estamos entrando en una revolución de la nutrición?.
Imaginemos por un momento que ya no fuera necesario criar ternerillos para consumir un buen filete de babilla, o unas chuletas de vaca vieja. El coste de mantener un animal, alimentarlo, limpiarlo, trasladarlo, habilitarle el espacio para que duerma, proporcionarle cuidados veterinarios……comparado con el coste de generar, en base a algas, una hamburguesa jugosa y «sabrosa» (que es lo más importante). El mundo se ha convertido en un consumidor salvaje de carne, de hecho muchas de las teorías que argumentan la evolución del hombre, se basan en la idea de que la carne, y particularmente la grasa animal, ha servido de motor para que nuestro cerebro crezca de manera notable. El problema que tiene esto es que también puede afectar a nuestras arterias.
Si esto llegara a suceder el impacto económico sería bestial. ¿Se acabaría el hambre en el mundo? Seguramente no, pero desde luego que se podría mitigar y, lo que es más importante, la salud del mundo cambiaría. Gente más sana, más duradera y, de nuevo… más gente!!!
Ah, esta idea….no es nueva, está siendo realizada por Impossible Foods, una empresa de origen «Silicon Valley»
Otro de los cambios en nuestra forma de alimentarnos se producirá sin duda gracias a las impresoras 3D (para mi siempre serán robots) que mediante una receta bien diseñada y los «polvos» mágicos adecuados, son capaces de esculpir un plato en tu hogar, sin necesidad de desplazarte. Tu sólo tendrás que comprar los polvos (¿A telepizza?) y pedirles la receta, la cual se enviará automáticamente a través de Internet a tu impresora, para posteriormente autodestruirse. Este último punto lo he añadido personalmente para poder garantizar que quien vende su producto a través de internet (su diseño, mejor dicho) pueda seguir aprovechándose de las futuras copias que se generen.
Menos mal que en Barcelona están viendo el mercado potencial de los productos alimentarios futuros, y han creado el «Silicon Valley» de la alimentación.
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